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La Oración en el Islam

La situación de la mujer a través de la historia: su vida en las sociedades y civilizaciones pre-islámicas

La situación de la mujer a través de la historia: su vida en las sociedades y civilizaciones pre-islámicas

La mujer de la sociedad árabe pagana sufría grandes injusticias y estaba expuesta a diversos tipos de humillación antes que comenzara la misión del Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él). Se trataba a la mujer como una posesión material que era descartada a voluntad por su tutor. No tenía derecho a heredar de sus padres ni de su esposo. Los árabes creían que la herencia sólo debía tratarse entre quienes tenían habilidades físicas, como por ejemplo, los que podían montar a caballo, pelear, obtener botines de guerra y proteger el territorio de su tribu o clan. Ya que una mujer normalmente no tenía estas habilidades, ella misma era parte de la herencia a ser repartida como cualquier otro bien material tras la muerte de su marido. Si el difunto esposo tenía hijos adultos de otros matrimonios, el hijo mayor tenía el derecho de quedarse con la mujer de su padre tal como se quedaba con alguna otra cosa que su padre le haya dejado y no podía liberarse de él a menos que ella pagara su propio rescate.

Era común que los hombres pudieran tener tantas esposas como quisieran sin ningún tipo de limitación. No había un sistema legal justo que le prohibiera al hombre cometer semejante injusticia hacia sus esposas. La mujer no tenía derecho a elegir ni a opinar sobre el hombre que le tocaba en suerte para casarse, era simplemente entregada a su marido. La mujer no podía volver a casarse si su esposo la divorciaba.

En Arabia, durante la era pre-islámica, era común que los padres se disgustaran y llegaran a enojarse al extremo con el nacimiento de una niña a tal punto que muchos lo consideraban como una maldición. Dios, Enaltecido sea, describe como un padre recibía la noticia del nacimiento de una niña: “Cuando se le anuncia a uno de ellos (el nacimiento de) una niña, se refleja en el rostro la aflicción y la angustia. Por lo que se le ha anunciado se esconde de la gente avergonzado y duda si la dejará vivir a pesar de su deshonra o la enterrará viva. ¡Qué pésimo lo que hacen!”. [16:58-59]

La mujer no podía ni siquiera ejercer algunos de sus derechos básicos, como por ejemplo, comer ciertos alimentos que sólo estaban permitidos para los hombres. Dios, Enaltecido sea, registra esto en el Sagrado Corán: “Y decían: Lo que se encuentra en el vientre de estos ganados (refiriéndose a la cría) es exclusivamente para nuestros varones y está vedado a nuestras esposas. Y si una de sus crías nace muerta, entonces ambos (hombres y mujeres) pueden comer de ella”. [6:139]

El odio a las niñas bebés llevaba a los árabes a enterrarlas vivas. Dios, Enaltecido sea, declara en el Sagrado Corán con respecto al Día del Cuestionamiento: “(Y cuando) se pregunte a las niñas que fueron enterradas vivas por qué pecado las mataron” [81:8-9].

Algunos padres también enterraban vivos a sus hijos si tenían lepra, eran discapacitados o nacían con algún defecto. Dios expresa en el Sagrado Corán: “No matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza. Nosotros somos Quienes les sustentamos y a vosotros también. Matarles es un pecado gravísimo”. [17:31]

El único honor que se le brindaba a la mujer durante la era pre-islámica era la protección de su persona, familia y tribu, y la venganza contra aquellos que la humillaran o la deshonraran; de todos modos, lo hacían más por demostrar su orgullo, dignidad y el honor de su tribu que por brindarle cuidado a la mujer.

Esta situación de la mujer en la sociedad árabe, llevó a Omar ibn al-Jatab, el segundo Califa de los musulmanes, a decir lo siguiente: “Juro por Dios que nosotros no tuvimos en cuenta a la mujer hasta que Dios reveló lo que reveló sobre ellas en alcorán, y les repartió lo que les repartió”. (Transmitido por Muslim)

En la sociedad india, la mujer era tratada en general como una sirvienta o esclava, sin poder de decisión o de valerse por sí sola. Debía seguir a su esposo en todos los asuntos. La mujer podía ser entregada como parte de pago de una deuda de juego. Como muestra de devoción, era obligada a quemarse viva en la fogata fúnebre de su marido como parte del ritual para honrar su muerte. Esta práctica, conocida como “sutti”, continuó hasta fines del siglo 17 cuando finalmente se derogó a pesar de la oposición de los líderes religiosos. A pesar de haber sido prohibida oficialmente, la práctica del sutti continuó hasta fines del siglo 19 y aún se realiza en algunas aldeas remotas de la India. En ciertas regiones, la mujer era ofrendada a los religiosos como concubinas o  prostitutas para ser explotadas o se las sacrificaba para satisfacer a los dioses hindúes o pedir que llueva.

Incluso algunas de las leyes hindúes dicen: “La paciencia predestinada, los fuertes vientos y tornados, la muerte, el infierno, el veneno, las serpientes y el fuego no son males menos importantes que las mujeres”. Los libros religiosos hindúes también dicen: “Cuando Manna (el dios hindú de la creación) creó a la mujer, le impuso el amor a la cama, los asientos, la decoración (maquillaje), la lujuria, la ira, la rebeldía contra su honor y dignidad, y otros atributos, comportamientos y conductas malignas”. En las enseñanzas de Manna Herna Sistra sobre la mujer, podemos encontrar lo siguiente: “Una mujer puede vivir sin poder elegir, no importa si es una niña, una joven o una mujer madura. Una niña está bajo el comando y decisión de su padre. Una mujer casada está sometida a la voluntad de su marido. Una viuda está sujeta a las decisiones de sus hijos varones y nunca será independiente (tras la muerte de su esposo). Una viuda no puede volver a casarse jamás, por el contrario, debe rechazar y resignar todo lo que le gusta en cuanto a comida, vestimenta y maquillaje hasta que muera. Una mujer no puede ser dueña de nada, ya que cualquier cosa que pudiera ganar o conseguir, debe entregárselo directamente a su marido”.

En algunos casos excepcionales, una mujer podía tener más de un marido a la vez[1]. Sin lugar a dudas, la mujer quedaba como una prostituta ante los ojos de la sociedad.

En la sociedad china, la mujer ocupaba un lugar bajo y degradante. Era común asignarle los trabajos más despreciables o los menos importantes. Un bebé varón era considerado como un regalo de los dioses y los trataban como tales, mientras que una niña recién nacida debía soportar innumerables maltratos, como por ejemplo, que le vendaran los pies para que le crecieran torcidos y así no pudiera correr. Un proverbio chino dice: “Escucha a tu esposa, pero nunca creas lo que dice”. La vida de la mujer en la sociedad china no era mucho mejor que la que tenía en la sociedad árabe pagana pre-islámica o en la india.

Entre los griegos, la mujer era degradada a tal punto que los hombres decían que las mujeres eran la encarnación del mal. No había un sistema que protegiera a la mujer en esa sociedad. No tenía derecho a recibir educación, era comprada y vendida como cualquier otro objeto material, no tenía derecho a heredar y era considerada de poca importancia y sin derecho a realizar ningún tipo de transacción comercial. La mujer estaba atada a los deseos de los hombres durante toda su vida y el divorcio era un derecho absoluto del hombre. Esta situación cotidiana de la mujer en esta sociedad, llevó a los pensadores griegos a decir que el nombre de una mujer debía ser encerrado en su casa tal como su cuerpo.

En su libro La civilización árabe, Gustave Le Bon, el pensador francés, dijo al referirse a la situación de la mujer en la sociedad griega: “En general, los griegos consideraban a la mujer como la criatura más insignificante de la tierra. No servía para nada más que para tener hijos y para encargarse de los quehaceres domésticos. Si una mujer daba a luz a un bebé feo, retardado o discapacitado, el hombre tenía derecho a matar a esa criatura”. Demóstenes, el reconocido filósofo griego, dijo: “El hombre griego disfruta de la compañía de prostitutas por placer, de novias y ‘queridas’ para la vida cotidiana y de su esposa sólo para tener hijos legítimos”. En el marco de esta moral depravada, vemos la suerte que le tocaba a la mujer y lo que pensaban los filósofos más reconocidos de la época.

La mujer en la sociedad romana también era considerada un ser inferior que no podía tratar sus asuntos personalmente. Toda la autoridad estaba en manos de los hombres que dominaban todos los asuntos privados y públicos. Los hombres incluso tenían la autoridad para sentenciar a muerte a sus esposas en algunos casos en las que eran acusadas de ciertos crímenes. La autoridad del hombre sobra la mujer en la sociedad romana incluía el derecho de venderla, torturarla, castigarla, mandarla al exilio e incluso hasta matarla. La mujer debía escuchar y obedecer todas las órdenes de los hombres y no tenía derecho a heredar.

En la sociedad judía tradicional, la mujer no era más afortunada que las otras mujeres que hemos descrito. En el Antiguo Testamento, se describe a la mujer así: “Y encontré algo más amargo que la muerte: a la mujer que es una trampa, que por corazón tiene una red y por brazos tiene cadenas. Quien agrada a Dios se librará de ella, pero el pecador caerá en sus redes. Y dijo el Maestro: «Miren lo que he hallado al buscar la razón de las cosas, una por una: ¡que todavía estoy buscando lo que no he encontrado! Ya he dado con un hombre entre mil, pero entre todas las mujeres aún no he encontrado ninguna”. (Eclesiastés, 7: 26-28)

“Si alguien vende a su hija como esclava, la muchacha no se podrá ir como los esclavos varones. Si el amo no toma a la muchacha como mujer por no ser ella de su agrado, deberá permitir que sea rescatada. Como la rechazó, no podrá vendérsela a ningún extranjero. Si el amo entrega la muchacha a su hijo, deberá tratarla con todos los derechos de una hija. Si toma como esposa a otra mujer, no podrá privar a su primera esposa de sus derechos conyugales, ni de alimentación y vestido. Si no le provee esas tres cosas, la mujer podrá irse sin que se pague nada por ella.” (Éxodo, 27: 7-11)

Si una mujer judía contraía matrimonio, su tutela pasaba de su padre a su marido y se convertía en una más de sus posesiones, tal como lo era su casa, su esclavo, su sirviente o su dinero. Las enseñanzas judías y sus leyes privaban a la mujer del derecho a heredar a su padre si éste tenía hijos varones. En el Antiguo Testamento, la Septuaginta dice: “Y les dirás a los hijos de Israel: “Además, diles a los israelitas: Cuando un hombre muera sin dejar hijos, su herencia será traspasada a su hija”. (Números, 27: 8)

Más aún, el hombre judío nunca dormía en la misma cama con su mujer mientras estuviera menstruando, ni comían o bebían con ellas. Permanecían alejados de ellas porque las consideraban impuras.

Los religiosos cristianos llegaron al extremo de considerar a la mujer como la causante del “pecado original” y la razón de todas las catástrofes que sufrió el mundo por esta transgresión. Por tal motivo es que el contacto físico entre un hombre y una mujer se ha catalogado tradicionalmente como ”sucio” o “impuro” incluso si se practica dentro del matrimonio.

San Trotoliano dice: “La mujer es el camino que tiene Satanás para llegar al corazón del hombre. La mujer lleva al hombre al Árbol Prohibido. La mujer viola las leyes de Dios y distorsiona la figura del hombre”.

Wieth Knudesen, un escritor danés, ilustró la situación de la mujer de la Edad Media al decir que de acuerdo a la fe católica, se consideraba a la mujer como un ciudadano de segunda, es por esto que se le prestaba muy poca atención y cuidado.

En 1586 se llevó a cabo una conferencia en Francia para debatir si la mujer podía ser considerada un ser humano o no. Allí se llegó a la siguiente conclusión: “La mujer es un ser humano, pero ha sido creada para servir al hombre”. De esta manera, en la conferencia se reconoció a la mujer como ser humano, ¡lo que hasta entonces había estado en duda! De todos modos, no se logró avanzar mucho sobre los derechos de la mujer, sino que fue declarada al servicio del hombre y sin derechos personales. Esta decisión se mantuvo en efecto hasta el año 1938 cuando, por primera vez, se dictó un decreto que derogaba las leyes que le prohibían a la mujer tratar sus propias finanzas y abrir una cuenta bancaria a su nombre.

Los europeos continuaron discriminando a la mujer y siguieron privándola de sus derechos durante toda la Edad Media. Resulta sorprendente saber que las leyes inglesas no prohibían que un hombre  vendiera a su esposa. Las diferencias entre el hombre y la mujer siguieron creciendo a tal punto que la mujer estaba completamente bajo el control del hombre, negándole sus derechos y quitándoles sus bienes, que pasaban a pertenecer a su marido. Por ejemplo, aún recientemente, de acuerdo con la ley francesa, la mujer no era considerada capaz de tomar sus propias decisiones financieras. El artículo 217 de la ley francesa dice: “Una mujer casada no tiene derecho a ganar, transferir, vender o comprar algo sin la participación de su marido en el contrato de la operación o sin su permiso por escrito, sin importar los bienes que tenga el marido o la mujer”. A pesar de todas las enmiendas y modificaciones que ha sufrido la ley francesa, aún podemos ver cómo ésta afecta a la mujer casada, trato comparable con la esclavitud. También, la mujer casada pierde su apellido en el momento del contrato matrimonial para comenzar a usar el apellido de su marido como muestra de sometimiento.

Bernard Shaw, el reconocido escritor inglés, dijo: “A partir del momento en que una mujer se casa, todos sus bienes pasan a pertenecer a su marido según la ley inglesa”.

Para concluir, existe otra injusticia que se comete contra la mujer occidental y es que el vínculo matrimonial es para siempre según las creencias religiosas. De acuerdo con el catolicismo, por ejemplo, no existe el divorcio, y a lo sumo  la pareja sólo puede separarse físicamente. En consecuencia, este tipo de separaciones conlleva a la corrupción de la sociedad y a la decadencia moral tales como hombres y mujeres que buscan amantes, relaciones ocasionales e incluso las relaciones entre personas del mismo sexo. Además, una viuda no puede volver a casarse y llevar una vida normal tras la muerte de su marido.

Sin duda, lo que llamamos civilización occidental moderna y lo ésta se esforzó en lograr, se fundamenta por un lado, en las tradiciones griegas y romanas en lo civil, y por otro en las tradiciones judeo-cristianas en su ideología y base religiosa. Los abusos mencionados anteriormente llevaron a que a medida que el mundo se fue modernizando, las mujeres salieran a las calles a reclamar por sus derechos organizadas en movimientos feministas de pensadoras, educadoras y activistas. El péndulo se balanceó para el otro lado y entonces las mujeres exigieron la igualdad absoluta de derechos y la liberación de tantos años de machismo y abusos. En muchos de los países laicos de hoy en día, la mujer tiene la igualdad de derechos en muchos aspectos, pero al mismo tiempo, esa igualdad la ha expuesto a una agresividad inmoral y materialista que la considera como un objeto sexual a la venta. La ruptura de la unidad familiar y la propagación de la inmoralidad sexual, el aborto, la homosexualidad y los desvíos criminales han causado reacciones adversas dentro de la sociedad, en especial por parte de los religiosos o conservadores, que no pueden ir contra la corriente. En este contexto y con el legado que nos deja la historia, voy a presentar las características de los derechos de la mujer en el Islam y brindaré respuestas a algunos errores de concepto comunes, para demostrar que es mejor seguir la guía de Dios que dejar que el hombre y la mujer se guíen entre sí según sus caprichos.

 

Del libro: La mujer en el Islam: refutando los prejuicios más comunes

Escrito por: Dr. Abdul-Rahman Al-Sheha

 

 


[1]Se refiere al libro Hindu Inter-caste Marriage in India (El matrimonio intercasto hindú en la India), Título 3: “Tipos de matrimonio” parte 2: “Poligamia”, escrito por Haripada Chakraborti.

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